Imaginas
el planeta, con sus costas, sus montañas, sus ríos y ciudades. Lugares
abarrotados de gente y lugares desiertos donde el silencio sobrecoge y dilata
tus pupilas. Miles de lenguas te acarician bajo la piel con sus palabras. Y
piensas… ¿Ahora dónde vamos? Y
aparece su nombre cada vez de forma más intensa. Jamás en la vida habías
deseado tanto viajar y conocer aquella tierra, pero ya estaba decidido.
La
maleta como siempre lo último, aunque eso me parece excesivo para ti, ya que
siempre sueles llevarte sólo una mochila. Y aunque no haya nada más emocionante
que ir descubriendo como un explorador al abrirse camino, no resistes las ganas
de navegar en la web y ver todos aquellos lugares que ya te están esperando. Casi
ya puedes sentir la brisa y el olor de su cielo.
No esperéis verme por aquí. Susurras mirando la fecha marcada en rojo del
calendario. Y vuelan los días imaginándote subido en trenes, perdido entre sus
calles y su gente, saboreando cada mirada, cada experiencia. Queda tanto por
ver, tanto por recorrer. Y no será por tu colección de sellos en el pasaporte,
sino por cada una de las cosas que han formado parte de tu viaje; las personas
que encontraste, las cimas que conquistaste, los templos que admiraste, los
atascos en los que esperaste, las selvas que atravesaste, los peligros que
superaste, la comida, la música, la magia que impregnaba todo para regalarte un
momento irrepetible.
~ De mayor quiero ser viajero. Decías cuando eras todavía un niño.
~ No puedes, eso no es una profesión. Te
reprochaban.
Pero
nadie te había preguntado en qué querías trabajar, sino qué querías ser. Y tú
lo tenías sobradamente claro. Viajar era aprender por vía intravenosa,
conocerlo todo hasta desbordar, desnudarse de cualquier creencia de verdad y
contemplar una realidad plagada de colores. Que hermoso. Te irás con la emoción
del niño que abre su regalo, con la incertidumbre de no saber qué será, pero
con la certeza de sentirte más vivo que nunca. Al regresar todo seguirá igual,
excepto tus ojos que habrán visto tanto que ya no serás el mismo.
Atas
los cordones de tus botas, compruebas pasaporte y tarjeta de embarque, cargas
la mochila a la espalda, y cierras la puerta en busca de miles de recuerdos que
dibujarán quien eres… un alma nómada.
SANTIAGO DE HEVIA
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