martes, 31 de enero de 2017

niño perdido




No estoy en la Tierra, existo en ella. Aun siendo mi existencia fruto de la casualidad, tengo la responsabilidad de encontrarle, no tanto un sentido, como un fin, no tanto un quién o qué soy, como un quién quiero llegar a ser. Y aproximar mis pasos a esa persona. Quizás inalcanzable, pero cada paso es una caricia que te estremece de felicidad por un breve instante, un suspiro.

¿Acaso debería resolver antes el enigma de mi naturaleza? Podría pasar toda una vida tratando de encontrar una respuesta sin llegar a comprenderme. En ese misterio radica la belleza de lo que soy. Soy semilla, soy raíz, soy savia, tronco, resina, hojas y fruto, a veces soy hasta refugio y sombra.

Quizá el movimiento de mis acciones, de mis alas, responda de forma más fiel lo que mi inteligencia no logra comprender, ni mucho menos definir. De ese modo no actúo por cómo soy, sino en la incertidumbre de un día poder interpretar mi nombre. Seguramente hoy no sea yo todavía, no plenamente al menos, sólo trazos que desvelarán algo que jamás habré visto antes, pinceladas que vayan reflejándome.

Qué imagen tendría tan distinta si imaginase que puedo verme, si creyese que soy aquel que piensa ahora, que respira y escribe en un papel. Qué ridículo, qué ingenuo y a la vez qué hermoso. ¿Cómo puedo ser, si todavía intento definirme? ¿Cómo verme, si aun no me he creado? Desde luego la imagen sería más aterradora que el retrato del señor Gray, tan ajustada a la realidad y a la ilusión, que ni yo podría reconocerme. Ni aun con trazos de los mejores colores, podría llegar a no resultar un desengaño.

Un día despertaré y me cruzaré en mi camino, es inevitable. Todas las suposiciones se darán de bruces contra el suelo, y sólo así descubriré mi única verdad… comienzo a existir y existo por lo que he hecho. Esa es mi verdadera identidad. No el rostro en el espejo, ni el de las fotos de carnet, no el reflejo en los charcos, ni el que veo en tu mirada, ni cada uno de los personajes que he fingido ser. Si algún día quiero haber sido, primero debo haber vivido. Porque no se es, lo que no ha comenzado, y es nuestra conducta la que da el sentido de nuestra existencia.      

                                              
                                          …y el niño lanzó con una piedra sus pensamientos al mar. 

Hacía viento y tuvo frío.

~ ¿Quién soy? Se preguntó.

Y con la carne de gallina, lanzó una piedra más lejos.

~ Vivir será emocionante. 

SANTIAGO DE HEVIA

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