La Navidad ha sido hermosa; las
luces titilando como estrellas en la calle, el frío, el aroma a castañas
tostadas de una anciana congelada en el tiempo. El humo te hace viajar al
pasado y recordar que no eres tan distinto a como eras antes: los pantalones
cortos, las magulladuras, los puños mordisqueados de un jersey de pico, algo
más delgado, y los ojos rebosantes de ilusión y fantasía.
¡Qué rápido pasa todo! Suspiras.
Y lo cierto es que no te sientes tan distinto.
Quizás algo más cansado, más
aburrido de la política, de la corrupción, de la derecha y de la izquierda, de
los de arriba y los de abajo, de los que adoctrinan y los que acomplejan.
Mismos discursos con diferentes rostros. La vida es tan corta y tan bonita
vivirla, que no merece la pena enfadarse. Si debo posicionarme, me posiciono en
mi lado, en el de los que no sabemos nada, los que quieren seguir aprendiendo,
los que comprenden que la única verdad es sólo aquella que cada uno cree y
siente, y respetan y admiran que al final todas puedan ser diferentes, pues en
realidad no somos mas que pequeños seres humanos con una capacidad de amar asombrosa.
Es extraño, resulta frívolo
tantas compras, tanta comida, tanto despilfarro y tanto derroche, pero algo
mágico se respira en la palabra Navidad,
como si nos envolviese un cálido manto de nieve. La gente se abalanza a la
calle, de tienda en tienda, buscando cargados de bolsas, pero el tiempo no
corre, se desliza despacio y te detienes para intentar comprender qué puede
haber de bello en todo eso (siempre has detestado ir a comprar al centro, sea
lo que sea.) Entonces reconoces que todo
consiste en ilusionar a otro, en ver sus nervios y su cara de sorpresa al
final, y en esos momentos es imposible ser más feliz.
Comienza un nuevo año;
Nuevos propósitos, nuevos sueños,
nuevas sonrisas, nuevas promesas, nueva ropa para estrenar… pero tú, sigues
siendo el mismo. Cambiará el calendario, tu rostro en el espejo, las velas de la
tarta de cumpleaños. Mudará tu piel y tu voz, el color de tu pelo, tu letra y
tus manías, pero a ti no podrás engañarte, eres tú. Eres el mismo niño que se
emocionaba al ver una estrella fugaz, el que trataba de dar caza a lagartijas
atemorizadas, el que jugaba a ser explorador, el que fingía ser valiente, el
que quería ser pirata, el que sólo le gustaba la merienda, el que nunca tenía
pijama, el que se mordía las uñas, el pequeño, el de las frutas del bosque, al
que cautiva la luna, el que quería conocer todo, el de la imaginación
desbordante, el inocentemente travieso que no inventaba nada bueno, el de Los Cinco y La Historia Interminable, el que no desea crecer, el que añora tu
abrazo, y el que nunca se atrevió a decirte lo mucho que le gustabas.
Comienza un nuevo año; y a pesar
de que todo cambie, tú seguirás igual. Y la verdad, me parece jodidamente
maravilloso.
Bienvenido a mi vida 2018.
Estoy impaciente por ver todas
las sorpresas, emociones y sensaciones que me tienes reservado.
Pd: dedicado con todo mi cariño
al año pasado.
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